Parece
que no hay salida, lo único que alcanzas a ver es la densa vegetación que
parece no acabar nunca. Y sigues corriendo, temerosa de las innumerables
amenazas ocultas tras cada arbusto, aterrorizada de que puedan estar
siguiéndote aquellos que te mantenían cautiva sin explicarte los motivos de tu
encierro.
Quieres
escapar de esa selva, hasta el aire que respiras continúa asfixiándote. A pesar
de que el cansancio se hace demasiado presente, de que tus piernas pronto
dejarán de responderte y no solo por el agotamiento, y a pesar de que sigues
tropezando cada vez con más frecuencia no pretendes parar, no puedes parar.
Todo
parece peligroso a tu alrededor, es imposible confiar, hasta el más leve
crujido que no pertenezca a tus pisadas te hace gritar despavorida. Casi no
puedes más, has vuelto a caer y la herida esta vez es más profunda, escuece.
Cuando de repente, un reflejo azul. Un poco más, sabes que falta muy poco y por
fin podrás huir de esa pesadilla.
Y lo
ves. En calma, inmenso, en todo su esplendor, brillando hermoso bajo la luz del
sol, el mar. Y sonríes. Porque aunque aún necesitas descubrir la manera de
atravesarlo sabes que lo has conseguido, que el desasosiego que te acongojaba
no lo volverá a hacer, sabes que eres libre. Por fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario