¿Sabes qué? A
mí nunca me han tratado bien. Será que por defecto me enamoro del prototipo de
tío gilipollas, o será que soy demasiado ilusa porque siempre, a pesar de todo,
soñé con encontrar al famoso príncipe azul. Hasta que mi corazón quedó tan roto
que por pura pereza me negué a remendarlo. “Para qué lo necesito”, pensé. Estoy
mejor sin él.
Y entonces
apareciste tú. Yo sabía que no eras un príncipe azul, por eso ni me molesté en
huir. Y sin serlo te comportas como tal, como si vinieras a salvarme de mi
propia autodestrucción. Como si fueras capaz de hacerlo. Como si fuéramos
capaces de cualquier cosa. Llevaba mucho tiempo sin sentir nada real.
No termino de
entenderte, no termino de confiar, de dejarme llevar. Pero sí sé algo. No
quiero que desaparezcas.
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