sábado, 30 de julio de 2016

Espero que sea transitoria

¿En qué parte del camino me encontré con el lobo? ¿Cuándo fue que me prometió una vida de ensueño a su lado y yo le creí? ¿Cómo fue que desapareció mi capacidad de raciocinio?

Yo me imaginaba un ser racional, pensante, con las ideas correctas dentro del mueble de ideas y las tentaciones irreflexivas bien guardadas bajo una docena de llaves de la más alta resistencia. Pero me equivocaba.

Para cuando lo advertí, el lobo me estaba desgarrando en tiras la piel de mi pecho para alcanzar mi corazón cual vampiro hambriento. Para cuando vine a darme cuenta, le había dado todo lo que tenía y me hallaba en un estado de hipnosis tan fascinante que lo único que quería era que el lobo, amenazante y nocivo, permaneciera cerca, lo más cerca posible.

Por algún motivo el lobo llegó a mí, pero fue culpa de mi yo más beata, que lo sentía como un corderito suave y blando. Ese inocente lobezno sabía atacar la corteza mejor que el león más experimentado, y dejaba una huella tan profunda al paso de su garra que tenía la certeza de que jamás se curarían antes de la siguiente pasada.


¿Y cómo se escapa ahora? ¿Cómo se huye de una prisión de la que no se quiere huir?

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