martes, 18 de octubre de 2016

Eso que pasa...

Qué ilusa fui al pensar que las marcas de mi interior se borrarían con la misma facilidad que las que me dejaste en la piel.

Tu paso por mi vida fue idéntico al de un huracán por un pueblo pequeño, potente, veloz, y destrozando todo a su paso. Yo estaba protegida, otros desastres naturales te habían sucedido.

Pero ni por esas, pues ¿qué puede hacer un bebé contra un lobo hambriento? Mis armas eran insuficientes desde el principio, y tú lo sabías. Sagaz tu mente, torpe la mía.

Así sucedió nuestra historia. Imprevisible y ensordecedora, como una tormenta de verano, me obligó a camuflarme en el peor de los lugares, en ti.

Y cuando me supe enamorada no pude sino lamentarme de mi ineptitud. ¿Cómo era posible que tú parecieras más experimentado cuando por años de vida yo debía ganar en eso?

Las marcas visibles únicas pruebas del amor que compartimos, marcas que guardaba orgullosa porque eran memorias de momentos maravillosos.

Te fuiste con el viento, sin dejar rastro (o dejando demasiados según el punto de vista). Me dejaste aferrada a un recuerdo imposible y con unas perspectivas de futuro indeseables.

No puedo perdonarte, no puedo perdonar que te fueras. De tan roto que tengo el corazón cuando me muevo parezco una pandereta. Y ya no se deja arreglar.

Me gustaría que dejáramos de coexistir en el mismo universo, pero ni así sería capaz de olvidarme de tu sonrisa, o del roce de tus labios recorriendo cada centímetro de mi piel.

Y sé que no te necesito, y si de algo estoy segura es de que no quiero que vuelvas a mi vida, pero a pesar de todo te quiero.



Por qué

Hoy es de esos días en los que te escribiría una antología o dos, de esos días en los que te echo de menos hasta que me quedo sin fuerzas, de esos días en los que necesito verte, con tus pintas de chulo de barrio y tu carita de no haber roto un plato (o de haberlos roto todos).

Y quiero verte porque necesito saber si aún puedes dejarme temblando con solo una mirada, porque necesito saber si aún logras poner mi mundo patas arriba con tu sonrisa, porque me hace falta saber si aún me afecta tanto tu olor, tu presencia, tu voz... pero sobre todo para preguntarte por qué.

Por qué soportas, por qué vuelves, por qué llevas esa cadenita dorada en tu cuello, por qué tienes amo. Por qué, tú que podrías ser todo, que podrías haber sido todo conmigo, preferiste ser nada de esa forma inconsecuente. Y no lo entiendo, porque siempre has actuado otro papel. Siempre me hiciste pensar que jugábamos en una liga diferente. Creí conocerte y me di cuenta de que en realidad no sé absolutamente nada de ti.

Y aún así... solo 10 días. Casa no me hace demasiado bien...

jueves, 13 de octubre de 2016

De esos días en los que no me entiendo ni yo...

¿No os ha pasado que algo os duele y conforme avanza el tiempo empezáis a olvidar el motivo por el que os hirió en primer lugar? Y solo recordáis la sensación de dolor, o la sensación agradable que provocaba antes, pero no es más que eso, un recuerdo.

Pues así me siento. No consigo olvidar. Ya sé que no se puede. Pero aún me duele, y no es más que un recuerdo. Muy poderoso, eso sí.

En la distancia todo es más fácil...


jueves, 6 de octubre de 2016

Te echo de menos.

Aunque no te lo merezcas, aunque tú a mi me eches de más. Es inevitable, supongo. Si algún día, por casualidad, llegas aquí (cosa bastante poco probable, no te veo leyendo blogs en internet de forma aleatoria), seguramente descubras rápidamente que te lo dedico a ti. Aunque lo mismo no, porque nunca me prestante tanta atención como parecía. Estoy agotada de ti, y no quiero volver a verte, pero extraño cómo me hacías sentir.