viernes, 4 de marzo de 2016

Loca. Totalmente loca.

Definitivamente estoy perdiendo la cabeza. ¿Qué me está ocurriendo? Necesito mucho encontrar una nueva piedra con la que tropezarme, porque de tan liso que es el camino acabaré enredando mis propios pies y cayendo entre las grietas al vacío.

Es como encontrar un suelo helado por el que no deberías pasar porque sabes que eres patosa, que te resbalarás, pero pasas, porque te va la aventura, y a cada paso te gusta más y más y te sientes más segura de andar por ese suelo congelado, y a cada paso te importa menos el caerte y romperte algo, porque ya todo está roto en cierto modo. No puede romperse más.

Si solo yo poseyera una máquina del tiempo, todo sería más fácil, mi vida lo sería. Pero jugar con el tiempo es peligroso, casi tan peligroso como andar sobre el hielo, porque en una de estas la caída puede ser grave, incluso mortal.

Esperar, esperar a que caiga la noche es lo único que me queda. Las sombras nocturnas ayudan a ocultarlo todo, incluso los pensamientos que no deberían ni siquiera haber empezado.


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