sábado, 15 de octubre de 2011

Y caer todo lo profundo que pueda...

Ante mi se extendía un enorme precipicio sin final. La oscuridad infinita me asustaba, pero también daba miedo la desesperación de la que llevaba tanto tiempo intentando huir.
No me gustaba huir, nunca lo hacía, siempre enfrentaba lo que viniese, aguantaba aunque no fueran situaciones agradables.
Pero esta vez era diferente. Me había cansado antes de empezar. Porque no me dejaban ni elegir si quedarme en mi horrible mundo o lanzarme de cabeza al precipicio ante lo desconocido.
Por eso me lancé sin miedos ni remordimientos, dispuesta a olvidar todo lo anterior, con la mente limpia de recuerdos y abierta a conocer las maravillas que mi nuevo mundo podía ofrecerme.

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