lunes, 3 de junio de 2013

Libertad

Parece que no hay salida, lo único que alcanzas a ver es la densa vegetación que parece no acabar nunca. Y sigues corriendo, temerosa de las innumerables amenazas ocultas tras cada arbusto, aterrorizada de que puedan estar siguiéndote aquellos que te mantenían cautiva sin explicarte los motivos de tu encierro.

Quieres escapar de esa selva, hasta el aire que respiras continúa asfixiándote. A pesar de que el cansancio se hace demasiado presente, de que tus piernas pronto dejarán de responderte y no solo por el agotamiento, y a pesar de que sigues tropezando cada vez con más frecuencia no pretendes parar, no puedes parar.

Todo parece peligroso a tu alrededor, es imposible confiar, hasta el más leve crujido que no pertenezca a tus pisadas te hace gritar despavorida. Casi no puedes más, has vuelto a caer y la herida esta vez es más profunda, escuece. Cuando de repente, un reflejo azul. Un poco más, sabes que falta muy poco y por fin podrás huir de esa pesadilla.

Y lo ves. En calma, inmenso, en todo su esplendor, brillando hermoso bajo la luz del sol, el mar. Y sonríes. Porque aunque aún necesitas descubrir la manera de atravesarlo sabes que lo has conseguido, que el desasosiego que te acongojaba no lo volverá a hacer, sabes que eres libre. Por fin.

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